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martes, 3 de junio de 2008

DESDE UNA VENTANA CON VISTAS A LA VIDA (Segundo Premio Poesía "Certamen Jóvenes Creadores Castilla-La Mancha 2008". Rubén Martín Díaz.)

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don…

“DON DE LA EBRIEDAD”

(Claudio Rodríguez)




EL CEREZO Y EL VIENTO DE NOVIEMBRE

Yo no he salido a ver la luz del cielo
sino la luz que nace de los árboles.

Francisco Brines



Ninguna claridad vierte este cielo
y hay, por el contrario, un ligero
resplandor que arpegia su flujo
al rozar el desnudo de las ramas.
El cerezo se abre a la tarde,
todo gira a su alrededor
mientras se escucha el paso del otoño
en el latido de su corteza.

El arpa de noviembre tañe unas notas
al murmurar el viento su ráfaga.
¿Quién diría que no es suyo ese viento?
¿Quién podría negar
que el cenit languidece por poner
la última luz
en su yema más alta?
Si ninguna claridad hay, ¿qué es?
¿De dónde nos llega esta aura,
ebria de tarde y de corteza de cerezo,
que glorifica la última imagen
y apaga el día al final de mis ojos?



NOVIEMBRE

Tímido el sol, apenas
se abre paso en la nitidez del aire
o en el recuerdo de un agua previa
colgando de las ramas.
No hay cielo,
tan sólo un manto blanco,
alquitranado,
en el que vuelan apagadas
las aves.

Noviembre está pasando ante los días
con la idéntica ausencia
de un viejo banco desocupado.

Tal vez un nuevo cielo
querrá escupir sus golondrinas
sobre nosotros.
Quizás el cobre
de los atardeceres de verano
se licue dentro de tus ojos
como dos imprecisas manchas de oro.
Puede que algún día este sol,
dengue y tímido, vuelva a coger fuerza,
pero nosotros
seremos la imagen perdida
de quienes hoy somos y no
volveremos a ser más, nunca.



CAMINOS DE HUÍDA

La tarde se posa en mis ojos
como una manzanilla tibia
sobre la mesa,
el canto señorial del petirrojo
está en la rama,
los helechos enredan en el viento
hasta escapar de su materia.
Respiro en apacible calma
el resplandor
de la niebla solar y, mientras tanto,
los caminos se han acercado
a saludarme.
El azul ulular cruza la noche
por vez primera,
los muros de alamedas bailan
bajo el aliento de las sombras
y el frío que germina de ellas
levanta esporas en mi piel.
Los labios corren con el viento
a murmurar mi nombre junto a tu oído;
ahora la lumbre del día
duerme en las ascuas de la noche.
Yo recojo mi cuerpo,
los caminos nos llevan a casa
mientras el cielo vierte sus nubes
sobre nosotros.



ATARDECER


I

De pronto
surge el culto a la nada, lo imposible
de la tarde, la imaginaria
figura de un alcázar,
donde el sol reventado
derrama sus estanques por el cielo.



II

El silencio queda en las ramas
como el canto del mirlo lo estuvo antes.

La luz tenue del viento
duerme ya entre los dedos de la noche.



III

El azul ulular del búho
despierta la voz de la sombra.
Lentamente pone la luna
su imagen reflejada en los membrillos
y hunde sus raíces
en el cuerpo virgen de carne
o de ceniza.




BREVE ODA AL CIELO

Rompe a llorar, cielo desmigajado,
rompe tu vivo cántaro, esparce
el agua por mis párpados
igual que un sueño derramado
por los cuerpos; esencia
de este mundo de barro.

Rompe a llorar, telón de fondo,
desvaído espacio de mar flotante,
rómpete en agua sobre nosotros
en este preludio de otoño,
extensa máscara de invierno,
donde el celaje se fricciona

consigo mismo

y crea el zumo brusco de la vida.




LA TORMENTA

Esculpida estridencia de las nubes
que a esta hora atañen
al gris iluminado
del cielo, como polvo de un enjambre
que parte
hacia el clavel cobrizo
de un atardecer conquistado.

Sonido onírico
de una bóveda encapotada,
herrumbre calcinada
de un prehistórico azul techado,
fugacidad donde se pierde un esperanzado paisaje
y hierve el fuego gris de la tormenta.

Irascible ventisca que florece
de entre las ramas salpicadas de agua.

Insostenible cúpula es el cielo,
ábside de ningún pilar, que arrecia
su cólera contra mi cuerpo
y derrama sobre la tierra
su sangre manchada de noche.




PIEL DE SUEÑOS

Recorrer a tientas, con piel de sueños,
la duda de una noche
y llegar al parto del día
donde la luz que nace y se remansa
quiebra el espacio de la sombra
y los ojos acuden a la cita
con la única certeza
de robarle el cuerpo a la vida,
sólo hasta el triunfo de otra luna nueva.




FUSIÓN DE LOS CUERPOS

Aproxímate a mí
tanto como mi cuerpo,
entra en mis manos,
fórmate barro líquido
entre mis dedos,
fíltrate en el delirio,
descubre el estertor
líquido de la carne;
esta fusión divina
de nuestros cuerpos.





DONDE DUERME MI LENGUA

Delicada es la luz
que se escurre entre tus pechos,
la que mi boca bebe
hasta encender sus sombras,
en un sorbo que sabe a flores
y a carne,
y se extingue en las aguas
donde duerme mi lengua.




CUANDO SE EXTRAÑA A LOS QUE YA NO ESTÁN

En ramas de tiempo olvidado,
en óleos que avivan el marfil
de un mar de nubes
y en migajas de arena que brotan de algún hormiguero,
como un alfil amenazando de jaque
a la áspera reina de la vida,
pone el viento su llanto;
carne líquida, lengua
de aquellos que marcharon con sueños rotos
y dejaron su imagen
abrazada al hueco de los ojos
hasta hacer de la noche el día,
del día
un manojo de lluvia,
este silencio de ascuas apagadas.

RUBÉN MARTÍN DÍAZ

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