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martes, 22 de abril de 2008

RAFAEL PÉREZ Y DAVID SARRIÓN GANAN EL XXVII CONCURSO LITERARIO PARA JÓVENES DE ALBACETE.

El Ayuntamiento de Albacete ha hecho público el fallo de su XXVII Concurso Literario para Jóvenes.El primer premio de Prosa, dotado con 425 euros, fue para el trabajo 'Laura por toda la casa', del autor Rafael Pérez Jiménez, mientras que el segundo premio, dotado con 275 euros, ha recaído en la obra 'Todas las palabras del mundo', de Román Belmonte Andújar.El tercer premio en esta modalidad, consistente en 215 euros, se ha otorgado a la obra 'Color Resignación', del autor Carlos Moreno Sastre.En la modalidad de poesía, el primer premio, dotado con 425 euros, ha sido para el trabajo 'Tiempos de amor a la inversa', del autor David Sarrión Galdón.El segundo premio ha correspondido a la obra 'Retratos porque el amor tiene muchas caras', firmado por Carolina Gómez Molina.El tercer premio, dotado con 215 euros, ha sido para la obra 'La madre del emigrante', de la autora Consolación García Rodríguez.
La entrega de premios se realizará el próximo miércoles, día 23 de abril.

A continuación podéis leer el poema ganador de David Sarrión Galdón (en la imagen):


TIEMPOS DE AMOR A LA INVERSA

Si la luz no me engaña
deben de ser la siete de la mañana.

Culmino la transformación de los sueños
en dos páginas escritas a doble espacio
y mi rostro no se desencaja, ni sufro nauseas
ni me duele la barriga.

Hoy ha dejado de sorprenderme ese otro mundo posible,
aunque hago alarde de un tiempo pasado
y ya no cuento las horas por minutos
sino por palabras.

Espero su llamada pasadas las diez de la mañana.

Estaré preparado para entonces:
dientes limpios, buen aliento,
la única mirada de la que dispongo,
calcetines largos y pelo recogido.

He pensado sentarme de espaldas a ella
para proteger mis ojeras.
He pensado: “Si tengo que morir hoy
que sea después de verla”.


De sueños rotos viven mis sueños,
complemento glucósico que derrama la tormenta.

Dicen los periódicos –que no he leído-
que las carreteras del norte han sufrido
una especie de anemia y se están debilitando.

A este paso tendré que sentarme frente a ella.


El reloj de la cocina marca las nueve y veinticinco,
el tiempo se convierte en monosílabos indescifrables.
Son las n-v de la mañana y me pregunto
que estoy haciendo con mi vida.

He pasado de ser un dulce para mis sábanas
a ser un vicio cancerígeno -hoy en día
cualquier elemento cotidiano produce cáncer-
y yo me pregunto que demonios estamos haciendo
con el regalo de la existencia.

Suena el teléfono. Es pronto todavía.
Aquella mujer que alguna vez fue un ángel
nunca deja de serlo.

Mi voz confirma las sospechas,
soy culpable por injurias internas.

Descuelgo, le digo que estoy bien
y que puede pasar por casa.
Con un poco de suerte no saldré en todo el día de aquí.

El planeta entero se está deshumanizando
y me pregunto si debo de incluirme en el verso escrito.

El ángel me ha dicho que vendrá sobre las once.
Sigo desnudo y tiritoso.
Creo que he adelgazado algunos kilos
desde la última vez que la vi.

¿Estaré creciendo?
Llevo tres años sin medirme y cuatro sin pesarme,
tengo el pelo más largo y cuando acumulo un poco de valor,
mis lágrimas convierten
el cuarto que habito
en un mar de agua dulce.


Cuando miro por última vez el reloj
son las diez y dieciocho:
R-o
el tiempo se detiene en el decimoquinto segundo: m
y vuelve a empezar desde el principio:
a

Confuso pero seguro le doy la vuelta al objeto
(un viejo reloj de pared anclado en el olvido)
y
Roma se convierte en Amor.

Algo me indica que debo de declararme al ángel.
Nunca le hice caso a mis instintos
y todas las tortillas salieron quemadas
por no darles la vuelta a tiempo.

Acabo de acordarme de que anoche se acabó el gas.
Ya son dos días sin ducharme
y me gustaría estar aseado
para cuando ella llegue.
Tengo sueño y ya ha amanecido.
El sol –a veces-
es un extraño que me lanza contra las paredes.

Lo tengo decidido, voy a sentarme frente a ella,
le diré que sigo enamorado.


Son las siete:
E
y catorce: ll
cuando el segundero inicia su marcha hacia el cuarto de hora: a

Ella.

El frío vuelve y dudo que esté preparado
para pasar el segundo invierno del año.

Sé que es tarde y yo soy demasiado insignificante
para cortar de por vida la carreteras.

Allí arriba
los colores deben de ser colores.


He pensado pedirle al ángel que se quede para siempre.
Sería ruin hacerlo.
Esta vez, disimularé una sonrisa cuando se marche
susurrándome al oído que me quiere.

Tú viste como mis alas ardieron
y ni siquiera intentaste disuadir el fuego.

Creo que es tarde, el agua está cayendo
y no suena la llamada final.

Han pasado doce meses desde…

…ya sabes.


Hace exactamente doce meses
que dejamos de ser ángeles.

Vuelve a sonar el teléfono.
Te retrasas, me dices.

Pero yo sé que nunca vendrás.

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